El sábado pasado, caminando entre Almiruete y Valverde de los Arroyos, al pie del Ocejón, una compañera de caminata comentó que ella llevaba siempre una brújula, pero que no sabía utilizarla. Yo , que prácticamente no llegue a utilizarla en serio nunca, pero si que me acuerdo de dos o tres cositas que todavía se pueden hacer con un mapa y una brújula.
- La primera de ellas es orientar el mapa, el norte del mapa mirando al norte de la brújula. Con el mapa orientado podemos comparar el entorno con el mapa de una manera mas efectiva.
- Sabemos donde estamos pero no sabemos donde está nuestro destino en el paisaje (si sabemos el destino,lógicamente). Si miramos, con el mapa orientado, siguiendo la línea invisible que une, SOBRE EL MAPA, el punto donde estamos con el punto de destino veremos al fondo, del paisaje, nuestro punto de destino, salvo, lógicamente, que haya algún obstáculo entre medias. En realidad vemos muchas cosas, todas aquellas situadas en dirección a nuestro destino, pero para identificarlo está nuestro criterio.
- No sabemos donde estamos pero reconocemos un punto singular en el paisaje. En nuestro caso veíamos el Ocejón. La brújula de mi amiga es una de esas brújulas con mirilla, que permiten apuntar fácilmente a un punto determinado. Apuntando al punto singular reconocido se mide el ángulo (rumbo) que forma la línea teórica que une los dos puntos. Este rumbo se lleva al mapa, desde el punto reconocido. Lo ideal sería repetir la operación con otro punto reconocido, trazar una segunda línea y la intersección de ambas líneas nos da nuestra posición sobre el mapa. Con una sola línea nuestra posición nos la da nuestro buen ojo, puede ser la intersección de la linea con el supuesto camino seguido, con un arroyo, etc...